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Muchos creen que la adicción es un problema del que consume. Pero la verdad es más cruda y más dolorosa: la adicción afecta a la familia tanto como al adicto. No hablamos solo de sufrimiento emocional, sino de una verdadera enfermedad compartida, donde los roles se distorsionan, la convivencia se vuelve insostenible y el amor se convierte en angustia.

Y lo más fuerte de todo esto es que, sin darse cuenta, la familia también se vuelve adicta… pero no a una sustancia, sino al adicto mismo.


La droga de la familia es el adicto

Sí, suena duro, pero es real. Así como el adicto necesita consumir para sentirse estable, la familia entra en una dinámica donde necesita al adicto para justificar su existencia. Mamás que viven para rescatarlo, hermanos que cargan la culpa, padres que dan dinero aunque saben que lo usará mal… Todos girando alrededor del consumo ajeno.

Y esto termina convirtiéndose en una vida “a medias”:

  • Medio comen
  • Medio duermen
  • Medio trabajan
  • Medio disfrutan
  • Medio viven

No se vive en paz, se sobrevive. Todo gira alrededor de una sola persona: el adicto. Y con él, todos terminan arrastrados al abismo.


¿Cómo enferma la familia?

Cuando decimos que la adicción afecta a la familia, no hablamos solo de tristeza o preocupación. Hablamos de verdaderos síntomas de enfermedad emocional:

  • Hipervigilancia: estar siempre pendientes, alertas, revisando, desconfiando.
  • Negación: justificar el consumo del ser querido con frases como “es solo una etapa”.
  • Codependencia: perder la propia vida por estar enfocados en la del adicto.
  • Desgaste emocional: ansiedad, insomnio, depresión, pérdida de sentido.

Y todo esto se vuelve normal. Se convierte en la “nueva rutina”. Pero no es vida… es una cárcel emocional compartida.


Testimonio: Teresa, madre de dos hijos

Teresa llegó al centro con ojeras profundas y el alma hecha trizas. Su hijo llevaba 6 años consumiendo, entrando y saliendo de casa, del hospital, de los juzgados.

“Yo no vivo, yo existo para él. Si él está bien, yo estoy bien. Si él está mal, yo me muero por dentro.”

Lo más triste: Teresa había dejado de cuidarse, de tener amistades, de soñar. Había entregado su vida a la adicción de su hijo. Sin consumir, ella también era víctima de la adicción.


El ciclo familiar de la adicción

Este es el patrón que se repite en muchas familias:

  1. Descubrimiento del consumo: incredulidad, shock.
  2. Intento de control: chantajes, amenazas, promesas.
  3. Culpa: “¿Qué hice mal?”, “¿En qué fallamos?”
  4. Rescate constante: cubrir deudas, sacarlo de líos.
  5. Agotamiento: cansancio físico, mental y emocional.
  6. Desesperanza: “Ya no sé qué hacer”, “Tal vez nunca cambie”.

Y mientras más tiempo pase, más enferma se vuelve la familia. Porque, sin darse cuenta, terminan funcionando como una unidad disfuncional.


La familia necesita tratamiento también

Uno de los errores más comunes es pensar que solo el adicto necesita ayuda. Pero la familia también necesita tratamiento, terapia, acompañamiento. Porque también están atrapados. También sufren. También se están perdiendo a sí mismos.

¿Qué puede hacer la familia?

  • Terapia individual o grupal: para expresar, comprender y sanar.
  • Límites claros: aprender a decir “no” sin culpa.
  • Educación sobre la adicción: entender que no es un problema de voluntad.
  • Espacios personales: recuperar tiempo para uno mismo.
  • Red de apoyo: buscar personas que comprendan y no juzguen.

La codependencia: la adicción oculta

Hay un término clave en todo esto: codependencia. Es cuando alguien vive a través del otro, intentando salvarlo, controlar su vida, anularse a sí mismo. La madre que no duerme por miedo a que su hijo llegue drogado, el padre que se endeuda para pagar su consumo, el hermano que miente para protegerlo…

La codependencia es una adicción emocional. Y como toda adicción, necesita ser tratada.


¿Se puede sanar como familia?

¡Sí! Pero no sucede de la noche a la mañana. Requiere:

  • Aceptar que hay un problema.
  • Buscar ayuda externa.
  • Comprometerse a cambiar patrones.
  • Dejar de vivir por el otro y empezar a vivir por uno.

Recuperar una familia rota por la adicción es posible. Pero requiere que cada uno asuma su parte, que se sane desde adentro hacia afuera.


Frase clave en terapia familiar: “No puedo salvarte, pero sí puedo salvarme”

Esta frase es una de las más potentes que se escuchan en grupos de familias afectadas por la adicción. Porque, aunque duele, no podemos salvar a nadie que no quiere ser salvado. Pero sí podemos salir del pozo emocional en el que caímos al intentar rescatarlo.


Conclusión: toda la familia merece sanar

Si tú tienes un ser querido con adicción y te reconoces en estas palabras, no estás solo. Hay miles de madres, padres, hermanos, parejas, que están viviendo lo mismo que tú. Y muchos han encontrado un nuevo camino.

Porque sí, la adicción afecta a la familia, pero también la puede unir, si se elige el camino de la sanación. Busca ayuda, cuídate, rodéate de profesionales, y recuerda:

“Para que un adicto sane, primero alguien debe dejar de rescatarlo.”

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