
En el proceso de recuperación, uno de los aprendizajes más importantes es que el adicto debe observar sus emociones con atención y humildad. No se trata solo de evitar la droga, sino de entender qué pasa dentro. Porque las emociones, especialmente las intensas, pueden ser trampas si no se manejan con conciencia.
Cuando llega la euforia –esa emoción de «me siento mejor», «todo va bien», «estoy invencible»– es fácil bajar la guardia. Pero, casi inevitablemente, luego viene la disforia: ese bajón repentino, la irritabilidad, el vacío, la sensación de estar perdido. Es parte del proceso, y si no se comprende, puede llevar a una recaída.
¿Qué significa observar las emociones?
Decir que el adicto debe observar sus emociones no significa reprimirlas, ignorarlas o exagerarlas. Significa:
- Ponerles nombre (ansiedad, alegría, miedo, tristeza, frustración).
- Reconocer su origen.
- Aceptarlas sin juzgar.
- No actuar impulsivamente desde ellas.
- Compartirlas en terapia o grupos de apoyo.
La gestión emocional no es algo que el adicto aprenda en la vida activa del consumo. De hecho, la droga era su forma de no sentir, de anestesiarse. Por eso, en la recuperación, debe aprender a sentir sin destruirse.
Euforia: la emoción peligrosa disfrazada de “bienestar”
Muchas personas piensan que el mayor riesgo en la recuperación es la tristeza. Pero la euforia también es un gran enemigo si no se reconoce a tiempo.
Cuando el adicto se siente bien –demasiado bien– puede comenzar a pensar:
- “Ya estoy curado.”
- “Puedo controlar un poco.”
- “Tal vez no necesito seguir con la terapia.”
Esta falsa seguridad desconecta al adicto de su vulnerabilidad. Deja de cuidarse justo cuando más necesita sostenerse. Y luego llega la caída emocional.
Disforia: el bajón inesperado
La disforia es ese estado emocional incómodo que aparece después de un pico de euforia. Se manifiesta como:
- Irritabilidad
- Aburrimiento extremo
- Sentimientos de inutilidad
- Desmotivación
- Ganas de aislarse o romper todo
Y lo peor es que el adicto no entiende por qué se siente así, lo que aumenta la frustración. Pero este patrón es neurobiológico. El cerebro, tras un exceso de dopamina o adrenalina (emocional, no necesariamente químico), entra en un proceso de “resaca emocional”.
Testimonio: Laura, 27 años
“Me sentía genial después de mi primera semana sin consumir. Estaba feliz, motivada, hiperactiva. Me sentía poderosa. Pero a la siguiente semana no quería levantarme de la cama. Pensé que estaba fallando. En terapia me explicaron que el adicto debe observar sus emociones porque el subidón inicial casi siempre es seguido por un bajón. No es falla, es parte del proceso.”
Cómo observar las emociones sin dejarse arrastrar
1. Llevar un diario emocional
Anotar lo que sientes cada día, sin filtros. Esto ayuda a identificar patrones.
2. No tomes decisiones en momentos de euforia o disforia
Ambos estados alteran la percepción. Espera a estar en un estado más estable.
3. Comparte lo que sientes
En terapia, grupo de apoyo o con alguien de confianza. Lo no expresado se vuelve síntoma.
4. Reconoce tus “gatillos” emocionales
Ciertas personas, lugares o situaciones pueden disparar emociones que te desestabilicen.
5. Practica el autocuidado diario
Dormir, comer bien, caminar, respirar. Lo básico regula tu sistema emocional.
Frase clave en grupos de apoyo: “No confundas sentirte bien con estar bien”
La recuperación no es lineal. A veces te sentirás excelente, pero aún tendrás vulnerabilidades. Otras veces estarás triste, pero avanzando profundamente. Por eso, el adicto debe observar sus emociones, no vivir a merced de ellas.
¿Y qué pasa con la familia?
La familia también debe aprender este principio. Es común que cuando ven al adicto eufórico, crean que ya “todo está bien”. Y cuando lo ven triste, creen que “está recayendo”.
Comprender que estos altibajos emocionales son parte del proceso, ayuda a sostener, acompañar y no sobre-reaccionar.
Conclusión: quien observa sus emociones, se salva de sí mismo
La recuperación real no ocurre solo en la abstinencia, sino en la capacidad de conocerse y regularse emocionalmente. Porque la droga puede salir del cuerpo, pero las emociones siguen ahí, y si no se entienden, pueden ser tan peligrosas como la sustancia.
Recordarlo es vital: el adicto debe observar sus emociones, especialmente después de la euforia… porque ahí es cuando más necesita cuidarse.