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Las definiciones de drogadicción no se limitan a una sola idea. Aunque muchas personas la asocian con alguien que consume en exceso, la drogadicción va mucho más allá del simple uso de sustancias. Es una enfermedad progresiva, crónica y muchas veces incomprendida, que afecta no solo al individuo, sino también a su entorno familiar, emocional y social.

En este artículo vamos a desglosar las diferentes definiciones de drogadicción desde varios enfoques: médico, psicológico, social y espiritual. Entender qué es realmente esta enfermedad es el primer paso para enfrentarla sin prejuicios y con soluciones reales.


Definiciones de drogadicción según la medicina

Desde el enfoque médico, la drogadicción se define como una enfermedad cerebral crónica y recidivante, caracterizada por la búsqueda compulsiva de sustancias a pesar de las consecuencias negativas. El cerebro del adicto sufre alteraciones reales en los circuitos de recompensa, motivación, memoria y control.

Los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. (NIH) la consideran una enfermedad del sistema nervioso, donde el uso prolongado de drogas altera la estructura cerebral, afectando la toma de decisiones, la conducta y el autocontrol.

Esta definición es crucial para dejar de ver al adicto como alguien «débil de carácter» y entenderlo como alguien que necesita tratamiento profesional.


Definiciones de drogadicción desde la psicología

Desde la psicología, las definiciones de drogadicción incorporan factores emocionales, afectivos y conductuales. No se trata solo del consumo, sino del deseo incontrolable por repetir una experiencia que alivie una tensión interna.

El adicto no consume solo por placer, sino por una necesidad emocional profunda. Como diría Javier Ortiz, terapeuta en adicciones, “la droga es el parche con el que el adicto intenta tapar una herida que aún sangra”.

Así, la adicción es vista como un síntoma de una realidad emocional no resuelta: traumas, abandono, baja autoestima, vacío existencial, etc.


Definiciones de drogadicción en el entorno social

A nivel social, las definiciones de drogadicción se amplían aún más. Ya no solo se analiza al individuo, sino su contexto:

  • ¿Qué rol cumple el entorno en el inicio del consumo?
  • ¿Cómo responde la sociedad ante los adictos?
  • ¿Qué modelos de vida promovemos?

En muchas comunidades, la adicción no solo es una tragedia individual, sino un síntoma de una sociedad rota, que ofrece pocas herramientas reales para lidiar con el dolor, la exclusión y la desesperanza.


Definiciones de drogadicción desde lo espiritual

Algunos enfoques, como los de muchos centros de rehabilitación, incluyen una visión espiritual en las definiciones de drogadicción. Según esta mirada, la adicción es también una desconexión profunda con uno mismo, con los demás y con un sentido superior de vida.

Luis Pérez, terapeuta español, afirma que “la adicción es el grito silencioso de un alma que ha perdido el rumbo”. Desde esta perspectiva, la recuperación no es solo dejar de consumir, sino reconectar con la vida desde un lugar más auténtico y sano.


La definición que más duele: la de la familia

Para una madre, un padre, un hermano, la adicción se define de otra manera. No con términos clínicos, sino con sentimientos:

“La adicción de mi hijo es el pozo donde todos hemos caído.”
“Para mí, la drogadicción es ver cómo se destruye alguien a quien amo.”
“La adicción es un monstruo que nos quitó la paz en casa.”

Estas también son válidas. Porque las definiciones de drogadicción también deben incluir la experiencia real y emocional de quienes conviven con ella.


¿Por qué importa entender las definiciones de drogadicción?

Porque nombrar algo es el primer paso para enfrentarlo. Si seguimos creyendo que el adicto es simplemente “alguien sin fuerza de voluntad”, estamos condenados a seguir repitiendo errores. Comprender que es una enfermedad compleja abre la puerta a la empatía, la ayuda efectiva y la recuperación real.


Frase clave en muchos centros: “No soy malo, estoy enfermo”

Esta es una de las frases que más se repite en los espacios terapéuticos. El adicto no es una mala persona. Es una persona enferma que ha tomado malas decisiones. Y necesita ayuda, no castigo.


Conclusión: cambiar la forma en que definimos, cambia la forma en que actuamos

Las definiciones de drogadicción importan porque moldean nuestra respuesta. Si creemos que es solo “vicio”, ofreceremos castigo. Si entendemos que es una enfermedad, ofreceremos tratamiento. Si comprendemos que también hay dolor detrás, ofreceremos compasión.

Cambiar la forma en que definimos la drogadicción puede ser el primer paso para salvar vidas. Porque el cambio empieza cuando dejamos de juzgar y empezamos a entender.

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